El que ya considero mi amigo en los quehaceres enológicos,
Miquel Menacho nos descorchó ayer por la noche en la cava comedor del mejor
restaurante de vinos de Santa Cruz “Michel Angelo”, acompañados por el inmenso
Carlos Suarez -este loco de la cultura del vino - y de Felipe Duarte, una
botella de estas que te hacen recapacitar y volver a las esencias de la sinfonía
del buen vino. No era una bodega ni mosto para echar cohetes, pero si tenía
toda el alma del vino hecho con amor, paciencia y buen hacer.
Me han contado que al bajar a las cavas de esta
bodega se entra en un mundo místico, mezcla de sabiduría y magia, donde el arte
enológico y la bondad de la tierra mendocina se unen para sorprendernos. Esto
también se notaba mientras los aromas acariciaban tu pituitaria. Ahí en este
espacio de la cultura del vino, en esta Universidad del buen hacer enológico son fieles al añejamiento en toneles de roble
francés.
Realmente me sorprendió, de un color intenso
con matices violáceos y un aroma afrutado, con la esencia de ciruelas, cerezas,
tabaco y especias. Se caracteriza por un cuerpo bien estructurado y un final
largo y suave, en boca se repetía el carrusel de sabores acentuados por el
regaliz y el eucalipto.
Realmente carnoso y seductor con un estructura
firme pero a la vez sedosa en paladar y de largo caudalí.
Según me cuentan, por haber tocado madera
durante 3 años, el precio de la botella es para sonreír. Ojalá lo tengamos
pronto en Santa Cruz. No dejaré pasar la oportunidad de visitar esta bodega.
Por cierto no he nombrado todavía la bodega…. Grábese
este nombre simplemente Weinert de Mendoza. !!! Que vinazo!!!
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