La revista argentina JOY realizó una investigación para desenmascarar esas verdades entre técnicas y absurdas que en apariencia hacen más compleja a la bebida y que en realidad no deberían importarte. La próxima vez que leas la contraetiqueta de una botella, acordate de esta nota. Estas son las 7 mentiras más grandes del vino argentino.
1. El roble
¿Cuántas veces escuchás o leés que un vino pasó doce meses en barrica de roble francés, americano, esloveno, húngaro o rumano? Seamos francos: salvo un refinadísimo grupo de catadores, al resto le da lo mismo la nacionalidad del árbol.
2. El terruño
Para la mayoría de los vinos argentinos, poco importa la zona en la que fueron elaborados. Aunque las bodegas, la prensa y los sommeliers apelen al terruño para prestigiar un vino caro, vos sabés que si vale menos de 30 pesos, más allá de las diferencias gruesas entre el Valle de Uco y Salta, en el resto poco importa, porque domina el estilo.
3. El vino añejo
Si aún pensás que los mejores vinos son los más viejos, olvidate: en Argentina ya casi no se elaboran etiquetas de guarda. Casi todas están pensadas para ser consumidas a lo sumo dos o tres años después de elaboradas. Si te dicen que son para guardar es sólo para poder cobrártelo más caro.
4. La tapa a rosca
Pocas cosas están más infladas que la discusión acerca de cómo evoluciona mejor una botella, tapada con corcho o con rosca. Si el 99% de los vinos se consumen dentro del año en el que fueron sacados a la venta, qué importa cómo vengan cerrados.
5. Los rankings de puntajes
Un vino al que Robert Parker (o algún otro gurú) le otorgó 94 puntos seguramente está bueno. Uno de 92, también. Y uno de 90 también. ¿Pero qué representan esos dos o cuatro puntitos de diferencia? Para el 99,99% de los mortales, es imposible discriminarlo. Entonces… ¿de qué sirve un ranking como el que publicó el catador Stephen Tanzer, en el que ubica en orden de preferencia los “mejores 313 vinos de Argentina”, todos ellos entre 87 y 94 puntos? La conclusión es que el Tanzer probó 313 vinos y todos están buenos.
6. Los concursos
En los concursos, los únicos vinos que no ganan algo son los que no se presentan. En muchos de ellos hay más premios en juego que vinos participantes: doble oro, plata, bronce, primera y hasta segunda mención… Salvo unos pocos concursos (como el CMB o el International Wine Challenge), el resto no pasan de ser sistemas de adulación. Pagos, por cierto, ya que cada muestra abona un fee para ser premiada.
7. Los varietales no son mejores
Muchos creen que los varietales son mejores que los blends. Falso. Un blend no es como un jugo multifruta hecho con descartes, sino todo lo contrario: un ensamble que suma lo mejor de cada parte, por más que no se aclare qué uvas fueron usadas. De ahí que hoy hay bi y tri varietales en vez de blends a secas. Decir “muy bueno este Cabernet” suena más lindo que “muy bueno este tinto”, pero eso no significa que el vino sea mejor.
Fuente: Joaquín Hidalgo JOY
1. El roble
¿Cuántas veces escuchás o leés que un vino pasó doce meses en barrica de roble francés, americano, esloveno, húngaro o rumano? Seamos francos: salvo un refinadísimo grupo de catadores, al resto le da lo mismo la nacionalidad del árbol.
2. El terruño
Para la mayoría de los vinos argentinos, poco importa la zona en la que fueron elaborados. Aunque las bodegas, la prensa y los sommeliers apelen al terruño para prestigiar un vino caro, vos sabés que si vale menos de 30 pesos, más allá de las diferencias gruesas entre el Valle de Uco y Salta, en el resto poco importa, porque domina el estilo.
3. El vino añejo
Si aún pensás que los mejores vinos son los más viejos, olvidate: en Argentina ya casi no se elaboran etiquetas de guarda. Casi todas están pensadas para ser consumidas a lo sumo dos o tres años después de elaboradas. Si te dicen que son para guardar es sólo para poder cobrártelo más caro.
4. La tapa a rosca
Pocas cosas están más infladas que la discusión acerca de cómo evoluciona mejor una botella, tapada con corcho o con rosca. Si el 99% de los vinos se consumen dentro del año en el que fueron sacados a la venta, qué importa cómo vengan cerrados.
5. Los rankings de puntajes
Un vino al que Robert Parker (o algún otro gurú) le otorgó 94 puntos seguramente está bueno. Uno de 92, también. Y uno de 90 también. ¿Pero qué representan esos dos o cuatro puntitos de diferencia? Para el 99,99% de los mortales, es imposible discriminarlo. Entonces… ¿de qué sirve un ranking como el que publicó el catador Stephen Tanzer, en el que ubica en orden de preferencia los “mejores 313 vinos de Argentina”, todos ellos entre 87 y 94 puntos? La conclusión es que el Tanzer probó 313 vinos y todos están buenos.
6. Los concursos
En los concursos, los únicos vinos que no ganan algo son los que no se presentan. En muchos de ellos hay más premios en juego que vinos participantes: doble oro, plata, bronce, primera y hasta segunda mención… Salvo unos pocos concursos (como el CMB o el International Wine Challenge), el resto no pasan de ser sistemas de adulación. Pagos, por cierto, ya que cada muestra abona un fee para ser premiada.
7. Los varietales no son mejores
Muchos creen que los varietales son mejores que los blends. Falso. Un blend no es como un jugo multifruta hecho con descartes, sino todo lo contrario: un ensamble que suma lo mejor de cada parte, por más que no se aclare qué uvas fueron usadas. De ahí que hoy hay bi y tri varietales en vez de blends a secas. Decir “muy bueno este Cabernet” suena más lindo que “muy bueno este tinto”, pero eso no significa que el vino sea mejor.
Fuente: Joaquín Hidalgo JOY
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