miércoles, 20 de junio de 2012

EL ARTE DE RECHAZAR UN VINO


En el pasar de los últimos años me ha tocado estar de ambos lados del "mostrador" o de la mesa, para ser más exacto. Como consumidor en alguna oportunidad me toco probar un vino "ajerezado" o "picado" y como profesional, trabajando en el papel de sommelier en restaurantes, me toco tener que retirar una botella de la mesa por encontrarse en mal estado.
En estos casos existen procedimientos a seguir que sería bueno conocer. Cuando un cliente pide una determinada botella de vino en el restaurante, supone con ello que el vino en cuestión llegue a temperatura adecuada, con su etiqueta y corcho (o sistema de tapado) sano, pero por sobre todo, que el vino se encuentre en buen estado y libre de cualquier defecto que involucre a su elaboración y/o posterior conservación.
El tema del servicio merecería un capítulo aparte, pero solo a modo de graficar los aspectos más destacables del mismo, diremos que los vinos blancos jóvenes deben ser bebidos en el entorno de los 7 a 9 grados, los blancos de más cuerpo, como un Chardonnay fermentado en barrica, entre 10 a 12 grados. Si fueran tintos jóvenes y sin crianza en madera, entre los 14 y 16 grados está bien (dependiendo de la variedad) y para los tintos de guarda es mejor servirlos entre los 18-19 grados. Para rosados lo más adecuado es una temperatura media de 12 grados y para vinos espumantes lo más acertado son los 5-6 grados, para con ello preservar el gas carbónico, que se perdería rápidamente a una temperatura más alta.
Las copas juegan otro papel determinante a la hora de tener una buena apreciación de los vinos, afortunadamente cada vez es más común encontrar en el circuito gastronómico restaurantes con copas atractivas en lo estético, pero también útiles a la hora del servicio, descartando las tan comunes copas "de agua" por otras de mejor calidad y con un cáliz más cerrado que permiten disfrutar mejor del vino.
Pero, más allá de estos aspectos, que cuando se descuidan no deberían ser motivo de rechazar una botella, pues hay locales sencillos y otros más preocupados en cuestiones de cristalería, hay otros aspectos que hacen al disfrute de un buen vino. Por ejemplo, cuando el problema es que ese vino está elevado de temperatura, solo con solicitar una champagnera con agua y hielo se soluciona.
Ahora, deberíamos tener en cuenta aspectos que en realidad sí, no son tan fáciles de solucionar y que en la mayoría de los casos supone el cambio de la botella por otra.
El primer testigo que tendremos frente a nuestros ojos, si es que el mozo, camarera, o afín no se lo guarda en el bolsillo, es el corcho, el mismo que ha estado en estrecho contacto con el líquido. Si detectamos que este tapón se encuentra en mal estado, con aspecto de color oscuro, enmohecido, de consistencia blanda -se rompe con solo presionarlo entre los dedos, caramba! es muy posible que el vino no huela bien, y que su sabor no sea bueno. Igual antes de "crucificarlo" pruebe una pequeña cantidad del mismo, será determinante en caso de rechazar esa botella. Vale aclarar que en el ambiente profesional el nombre que se da a una enfermedad que puede venir "in situ" en los corchos naturales se denomina TCA (tri-cloro-anisol) y suele ser la causante fundamental de los problemas descriptos anteriormente.
Otro aspecto que "delata" a un vino defectuoso es su color. Si pedimos un blanco joven, debemos esperar que el mismo sea límpido, y de una tonalidad muy clara, en términos generales siempre un vino así suele presentar un color amarillo pajizo, pálido, levemente verdoso, nunca un tono dorado, caramelo, o amarronado. Si así fuere, el vino que le está sirviendo esta envejecido, ya sea por mala conservación o por años que han pasado desde que fue elaborado. Se dice que el vino en estos casos se encuentra oxidado.
En el caso de los tintos, siempre y cuando se trate de vinos jóvenes (desde 1 a 4 años) el color nunca debería de ser anaranjado o teja, sino por el contrario, tendiendo a colores rojos intensos y vivos, violáceos, e incluso en algunas variedades, azulados.
No dude en pedir que le cambien una botella si considera que el color no condice con la del vino solicitado.
Por ultimo comentaremos lo que se denomina "vino picado" , y que entre enólogos se conoce como picadura acética, que no es otra cosa que una fuerte presencia de acetato de etilo que se desarrolló en la bodega (por suerte cada vez se da menos) o en la botella, por incidencia de bacterias que se encargan de nada más ni menos que transformar el vino en vinagre. Como detectar este defecto?, muy fácil, solo tiene que acercar la copa a la nariz. Si huele similar a un acetato balsámico o vinagre, no dude en rechazarlo. En nuestras copas: vino; el vinagre para las ensaladas.
Pero ante todas las cosas, no discuta con quien lo está atendiendo, coméntele con amabilidad el caso, pues tal vez esta persona desconozca el asunto de que la bodega o el importador con gusto le cambiarán la botella defectuosa por otra en buen estado.
Y usted disfrute del siguiente vino. Salud! 
Daniel Arraspide

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