El cierre de una botella, suele
desvelar mucha información sobre su contenido. El tapón de corcho, con lugar a
pocas dudas, constituye el mejor sistema de cierre para los vinos, preserva el
contenido, permite su maduración y es una garantía en su evolución
organoléptica.
Gracias al rigor y a la destacable evolución de la industria
corchera, deja casi en la literatura o en el anecdotario los problemas de un
vino, atribuibles al tapón. Intentemos recordar como consumidores cuantas veces
nos hemos encontrado, en los últimos años, un vino con defectos de corcho.
La actividad corchera supone la
producción de un recurso renovable y natural, que además de mantener un oficio
histórico, supone la garantía de perpetuación de un ecosistema de gran valor,
donde conviven especies vegetales y animales. La industria corchera es la
primera del estado en medir su huella de carbono. Un estudio reciente ha
concluido que el corcho, en todas sus fases de producción, retiene más C02 del
que emite, determinando que el tapón de corcho, además de todas sus virtudes,
es una opción sostenible.
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